Los últimos días de septiembre son siempre cálidos, de color naranja y de sabor a membrillo y granada. Uno mira hacia atrás con una sonrisa al rememorar lo mejor del verano y recibe al otoño con expectativas, con curiosidad por lo que nos depararán los tres últimos meses del año.
Estos meses son perfectos para plantar los cimientos del trabajo del curso. Es una especie de año nuevo para los docentes: nuevos propósitos, planes, objetivos para diseñar la hoja de ruta que nos lleve de nuevo al verano. Un nuevo año de descubrimientos, de aprender con y de los alumnos y de enseñarles alguna que otra cosa también. Es una de las cosas que más me gustan e ilusionan de septiembre.
La planificación en muchos ámbitos de la vida está en ocasiones infravalorada. Es mucho más natural que las cosas fluyan, pero para que fluyan por el camino que queremos primero hay que dirigir el cauce, reforzar el recorrido para que el río no se desborde.
Feliz año nuevo
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