Hace días que los institutos de casi toda España están en plena ebullición. Esta vez los pasillos y las aulas no están llenos de alumnos sino que han sido tomados 'literalmente' por profesores en potencia. Después de todo lo que he estado oyendo y leyendo sobre el sistema de selección y de los opositores en foros, noticias y redes sociales, no he podido resistirme a escribir esta humilde entrada desde el punto de vista de alguién que está inmerso en el proceso, como es nuestro caso.
Generalizar es malo siempre. Y decir que todos los opositores son iguales es una patraña. Mientras esperaba a que me llamaran, abanico de sindicato en mano, tuve tiempo de observar a mis compañeros (mucho mejor que llamarlos contrincantes aunque lo sean) y me dio por pensar en la historia que cada uno tenía detrás. Algunos ya veteranos recibiendo el aliento de sus parejas e hijos a través del teléfono, otros mucho más jovencitos recibiéndolos de los papás, y unos pcos más calmados y en solitario, que como yo, llevarían la procesión por dentro. En aquel pasillo todos éramos iguales. Todos unidos por el mismo trance, pero movidos por distintas razones.
En este blog nos hemos dejado llevar muchas veces por el entusiasmo y el sueño de que todo puede mejorar en educación si todos los implicados en el proceso trabajaran coordinados y por un fin común. Hemos hablado de clases ideales, técnicas innovadoras, profesores excelentes. Nos gusta soñar despiertos, qué le vamos a hacer. Pero despertando del sueño y con los piés bien en la tierra sabemos (nunca lo olvidamos) que la casa está por barrer. Para que este engranaje funcione, no sólo hay que concenciar a familias, alumnos y profesores, hay que cambiar cosas. Cambiar cosas como la forma de selección del profesorado.
A nuestro parecer, los maestros y los profesores (sobre todo los profes porque los maestros nos ganan en esto) deben moverse por la vocación. Hay que creer en este proyecto de vida. Hay que querer compartir y luchar y colaborar. Me duele en el alma que las razones de algunas de las personas que estaban en ese pasillo no fueran estas. Ser funcionario es un premio y un incentivo, pero cuánto mal hacen y se hacen los que sólo se mueven por eso. Necesitamos que el cuerpo de docentes se integre por gente con vocación. ¿Y cómo garantizar que esto sea así? Pues no se puede, pero ayudaría que se cambiara la forma de selección.
No me parece justo que alguién que se ha empadado unos apuntes y suelte el rollo de carrerilla, pero le importe un pimiento la enseñanza consiga una plaza. ¿Qué hay del resto de cosas que ha de transmitir un profesor? Demostrar unos conocimientos no es suficiente. Creo que estas pruebas deberían centrarse en demostrar los conocimientos, pero en la práctica, donde pueda salir a la luz esa vocación. De las dos partes que tenemos que realizar, para mí, la única y más importante es la segunda. Los conocimientos específicos pueden evaluarse en la segunda parte. Una gran puesta en escena: programaciones, materiales, leyes, conocimientos, pero también ponernos a prueba interactuando. No sólo volcamos conocimientos, debemos interactuar y respetar y saber tratar a los receptores de esos conocimientos. Educamos para la vida, trabajamos con las emociones (pero esto lo dejamos para otro día que es un debate bien distinto).
¿Merecen la plaza todos los que la consiguen? Quizás si el hacerlo mal hiciera peligrar tu puesto, otro gallo cantaría. Quizás si la inspección hiciera su trabajo, otro gallo cantaría. Quizás, quizás, quizás... Mientras tanto esperamos pacientemente el segundo asalto, con ganas de transmitir las ganas de hacerlo bien, y que se nos recompense con la oportunidad de llevarlo a cabo.
Suerte a todos mis compañeros que también buscan este sueño y disculpad mi inocencia.