Cualquier bedel puede llegar a ser el jefe.
Eso lo aprendimos muy bien en los ochenta con las pelis de yuppies neoyorkinos que prosperan empezando desde abajo. Esto lo hemos comprobado en las biografías de brillantes hombres de negocios de este siglo.
Esta reflexión ha venido a cuento mientras leía en la prensa dominical un artículito sobre el Pacto de Educación promovido por el ministro Gabilondo. De entre las miles de reformas, propuestas y necesidades debatidas en este pacto, echo en falta una reforma en la carrera docente. Intentaré explicarme de la mejor manera posible. Se predica una nueva "cultura del esfuerzo y la exigencia". ¿Sólo para los alumnos? Está claro que están implicadas todas las partes: para que se impulse esta nueva cultura, el docente debe predicar con el ejemplo. Ya hemos hablado antes de lo necesaria que es la colaboración y el trabajo en equipo de los docentes del mismo centro y de los docentes de las diferentes etapas educativas, así que no incidiremos más en ello. Nos interesa, sin embargo, el último punto de las nueve propuestas del pacto:
Profesorado. "Apoyar la figura del profesor, su formación permanente, dotarle de recursos y promover la carrera docente".
De todo lo que menciona nos preguntamos qué tienen en mente cuando hablan de "promover la carrera docente y su formación permanente". ¿No sería genial que un profesor, sea del cuerpo que sea, pudiera progresar en su carrera docente? ¿No sería genial ver nuestra carrera como una de progresión en la que un maestro de primaria puede llegar a lo más alto por su esfuerzo, su trabajo y su formación extra, sin necesidad de hacer oposiciones? Esto es posible hoy en día si previamente estudias otra carrera, o vuelves a hacer una oposición. ¿No sería genial poder decir que nosotros también prosperamos?
Aligerar esa regidez del funcionariado le asusta a muchos, pero en mi opinión haría que la carrera docente fuera más dinámica, más exigente, y haría que nosotros estuvieramos siempre alerta, trabajando para mejorar, para prosperar. Dejaríamos de ver a los distintos cuerpos (primaria, secundaria, FP, EOI, universidad) como compartimentos estancos, cerrados y pocos flexibles para pasar a trabajar en conjunto. Fluiría más la comunicación, habría continuidad entre las distintas etapas.
Es fácil teorizar y yo peco de soñadora, de no estar en posesión de la verdad, e incluso de inexperiencia, pero tengo tantas ganas de que nos metamos en faena y mejoremos que no me he podido resistir a opinar sobre cómo se podría engrasar y mejorar la máquina educativa.
Sabemos muy bien cuales son los problemas, lo que no funciona. ¿Podremos arreglarlos de la mejor manera? Lo veremos este año.
Eso lo aprendimos muy bien en los ochenta con las pelis de yuppies neoyorkinos que prosperan empezando desde abajo. Esto lo hemos comprobado en las biografías de brillantes hombres de negocios de este siglo.
Esta reflexión ha venido a cuento mientras leía en la prensa dominical un artículito sobre el Pacto de Educación promovido por el ministro Gabilondo. De entre las miles de reformas, propuestas y necesidades debatidas en este pacto, echo en falta una reforma en la carrera docente. Intentaré explicarme de la mejor manera posible. Se predica una nueva "cultura del esfuerzo y la exigencia". ¿Sólo para los alumnos? Está claro que están implicadas todas las partes: para que se impulse esta nueva cultura, el docente debe predicar con el ejemplo. Ya hemos hablado antes de lo necesaria que es la colaboración y el trabajo en equipo de los docentes del mismo centro y de los docentes de las diferentes etapas educativas, así que no incidiremos más en ello. Nos interesa, sin embargo, el último punto de las nueve propuestas del pacto:
Profesorado. "Apoyar la figura del profesor, su formación permanente, dotarle de recursos y promover la carrera docente".
De todo lo que menciona nos preguntamos qué tienen en mente cuando hablan de "promover la carrera docente y su formación permanente". ¿No sería genial que un profesor, sea del cuerpo que sea, pudiera progresar en su carrera docente? ¿No sería genial ver nuestra carrera como una de progresión en la que un maestro de primaria puede llegar a lo más alto por su esfuerzo, su trabajo y su formación extra, sin necesidad de hacer oposiciones? Esto es posible hoy en día si previamente estudias otra carrera, o vuelves a hacer una oposición. ¿No sería genial poder decir que nosotros también prosperamos?
Aligerar esa regidez del funcionariado le asusta a muchos, pero en mi opinión haría que la carrera docente fuera más dinámica, más exigente, y haría que nosotros estuvieramos siempre alerta, trabajando para mejorar, para prosperar. Dejaríamos de ver a los distintos cuerpos (primaria, secundaria, FP, EOI, universidad) como compartimentos estancos, cerrados y pocos flexibles para pasar a trabajar en conjunto. Fluiría más la comunicación, habría continuidad entre las distintas etapas.
Es fácil teorizar y yo peco de soñadora, de no estar en posesión de la verdad, e incluso de inexperiencia, pero tengo tantas ganas de que nos metamos en faena y mejoremos que no me he podido resistir a opinar sobre cómo se podría engrasar y mejorar la máquina educativa.
Sabemos muy bien cuales son los problemas, lo que no funciona. ¿Podremos arreglarlos de la mejor manera? Lo veremos este año.
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